Del running a las carreras por montaña. Diferencias y 15 consejos fundamentales para dar el paso
¿Eres corredor de asfalto?¿Has soñado con dar el salto a las carreras por montaña? Aquí te explicamos a qué te enfrentas y cómo hacerlo.
Jesús Ibarz, Julieta Montoya, Edu Recio abren una gran ruta de aventura en el desierto justo antes de la pandemia.
Una mole impresionante, de 1.200m de altitud y kilómetros de longitud, que, en palabras de los escaladores, “es como un Cervino en mitad del desierto. Intimidante, con un ambiente aterrador que nos hace sentirnos muy pequeños."
A eso hay que sumar los escorpiones, las serpientes, la falta de agua y, sobre todo, el terrible calor que hace de cualquier esfuerzo una cuestión de supervivencia.
El resultado fue una vía de aventura, llena de esfuerzos, extenuaciones, miedos, dudas, decisiones y coraje, que les permitió vivir una experiencia inolvidable, con un extraño colofón: mientras ellos gozaban, ajenos al mundo, y hasta el último momento, de la libertad que les confiere su pasión, la escalada, la pandemia se extendía, el planeta cambiaba, y a su vuelta ya nada era lo mismo.
Nos lo cuentan los protagonistas y amigos, Jesús, Julieta, y Edu.
Omán es el país más montañoso de la Península Arábiga, situado al sur-este de la misma. La cordillera Al Hayar cubre gran parte del norte del país, con elevaciones que superan los 3.000 metros, en las que se han excavado miles de barrancos que constituyen, a pesar de sus escasas precipitaciones actuales, el vestigio de una cordillera que gozó de un clima mucho más lluvioso cientos de años atrás.
El clima es desértico y muy caluroso. Esto hace que gran parte de sus tesoros aún permanezcan intactos al ser humano, esperando a aquellos valientes que quieran enfrentarse a elevadas temperaturas, largas aproximaciones, aislamiento, falta de operativos de rescate y todo tipo de arácnidos, escorpiones y serpientes.
De todas las paredes del país, destaca con diferencia la gran pared sur del Jebel Misht, que con unos 1.200 metros se alza imponente como un mundo mineral, lejos aún de agotar sus infinitas posibilidades de aperturas y aventura. El Jebel Misht, es la gran pared de caliza de la península.
Sin ningún tipo de duda, El Capitán de Arabia.
Cuesta hacerse a la idea de lo que se puede encontrar en Omán y lo que es necesario llevar de España para una expedición. En Muscat, la capital, se puede encontrar de todo: tiendas de campaña, hornillos, centros comerciales, etc... Pero no hay nada relacionado con el material de escalada a pesar de ser un país en auge respecto a los deportes de montaña.
La cultura es árabe y la religión es una versión menos ortodoxa del Islam, que es más razonable, moderna y abierta en ciertos temas que en los países de alrededor.
Los precios, en general, son algo más caros que en España, salvo los de los productos del petróleo, como la gasolina o gasoil, y las comidas preparadas. Muchos omaníes no suelen cocinar, acuden a los infinitos puestos de comida de los bangladesíes e indios, que se pueden encontrar incluso en los pueblos más pequeños, y allí recogen sus comidas “take away”, a unos precios de en torno a 1 o 2 € por plato en algunos sitios.
Llegamos a Omán en Febrero. Las temperaturas ya rondaban los 30º y, tras hacer una gran compra en Muscat, pusimos rumbo al corazón del Al Hayar para encontrarnos con el Capitán del desierto.
Al llegar la vista es impresionante. Las posibilidades y las líneas son infinitas, un universo de roca en donde perderse se antoja muy fácil. Cualquier pequeña fisura visible desde el campo base, una vez en la pared, se convertirá en una enorme chimenea, o en un gran diedro.
Un paraíso de escalada y soledad en mitad del desierto que se transforma en un infierno en las horas centrales del día. La radiación en el campo base y en la pared hace que sea un lugar idóneo para coger un cáncer de piel.
Crema solar, revisar los sacos y zapatillas por los escorpiones, descansar a la sombra, beber agua y espantar a los camellos que se acercan...esas son nuestras rutinas diarias mientras estudiamos nuestro objetivo con unos prismáticos desde el campo base.
La aproximación a la pared es de algo más de 2 horas, por un terreno escarpado, sin camino, y entre gigantescos bloques. Estudiar la pared desde el campo base es una cosa, pero desafiar al Gigante, es otra cosa muy diferente.
Aun estando acostumbrados a las grandes paredes, es imposible no impresionarse por el Jebel Misht. Su forma de montaña piramidal, con más de 1000 m de pared y varios kilómetros de largo intimida. El Misht es comparable a montañas como el Cervino o el Capitán, pero en mitad del desierto.
La información de las vías abiertas en el Misht es escasa. Hay una guía poco actualizada, con información antigua, y algún topo en Internet, todos ellos escasos y poco precisos.
La primera vía de la pared fue abierta por una expedición francesa de más de 20 miembros, que tardó algo más de 20 días en completar la escalada. Aún permanece en mitad de su recorrido una caja de madera que usaron para llevar a la pared víveres durante su apertura. Esta vía es el French Pilar, 1200m 6b+, y está considerada la vía más fácil de la pared sureste.
Se puede escalar en el día, pero siempre será recomendable comenzar de noche para que dé tiempo a terminar. En la parte superior de la pared hay un vivac, donde se puede dormir para hacerla en 2 días. La vía es preciosa y no muy mantenida.
Tras 2 largos fáciles y de buena roca, se llega a la faja de entrada del French Pilar a unos 100m del suelo. Ya en la vira, empiezan las dudas: esto es enorme... con este calor vamos a morir deshidratados... no se ve nada fácil, etc.
El primer día pudimos abrir los 2 primeros largos sobre la vira, la temperatura subió en la pared hasta superar los 30º, Juli y Tomas portearon material hasta la base y bajaron de nuevo.
En el primer largo la roca es una caliza amarilla y de canto romo, hace que Jesús tenga que sacar lo mejor de él escalando por una fisura vertical de 6c+/7a muy técnica, con bloques de roca peligrosos a los lados. Sesenta metros después llegamos a una vira estrecha.
La inmensidad amenazaba ante nosotros, justo encima teníamos un desplome amarillo que continúa hacia un diedro de roca gris, así que con la misma decisión, Jesús sigue escalando hacia el desplome. -Eso no parece nada fácil- le digo, mientras avanza concentrado con la seguridad de que conseguiremos subir escalando en libre ese desplome.
Ese es el auténtico juego de la escalada para nosotros: abrir, siempre que sea posible, una vía que se pueda escalar en libre, sin usar el artificial. La escalada es un deporte de compañerismo, dónde lo bonito es disfrutar de esas sensaciones con las personas que tú quieras. En esta ocasión, la sensación de sentirte minúsculo en medio de un universo de roca basto, bruto y salvaje.
Ese día fijamos unos 120m de cuerda. No teníamos más que unos 300m y luego la posibilidad de usar las 2 cuerdas de 8mm de escalar para fijar algún largo más.
No las teníamos todas con nosotros, hacía mucho calor, no llevabamos hamaca, y queríamos seguir una línea muy directa a la cumbre, por lo más vertical del Misht. Sabíamos que tendríamos que dormir en algún hueco o alguna repisa en la pared, pero no sabíamos cuándo, dónde ni cuantas noches.
Bajamos extenuados de nuevo al CB. Cada bajada resultó ser diferente por ese laberinto de barrancos y bloques.
Las jornadas se alargaban mucho. Salíamos de la tienda a las tres de la madrugada y volvíamos muy entrada la noche; un día de subir, escalar y bajar: suponían 2 días de descanso; el calor, la pendiente hasta llegar y la escalada nos dejaban hechos polvo.
Al día siguiente, tras la caminata y jumarear 120m, al amanecer escalamos un delicioso largo vertical que abrió Julieta, de fisura y equilibrio.
El paisaje se antoja montañoso y desértico; calor, aventura y alegría, todo en uno. Según subimos, la radiación solar aumenta y nos quema la espalda, la cara y los brazos. De vez en cuando corre una leve brisa, e intentamos saborearla mientras dura.
Sin seguir un plan demasiado definido, más que escalar hacia arriba, después de abrir cada largo nos tocaba petatear todo el material, cosa que no era siempre fácil, ya que el petate se enganchaba constantemente y teníamos que salir de la línea del largo para ir a desengancharlo mientras nos la jugábamos con los péndulos y algunos bloques que podían caer solo con tocarlos.
Había que escalar muy concentrado, ya no toda la roca es lo que parece. Al principio, parecía que toda la roca es atómica, ya que en general, la calidad es excepcional, pero los colores de la roca del desierto nos despistan y encontramos también muchas zonas de roca mala.
Seguimos escalando por unos diedros, cargados con las pesadas mochilas, hasta llegar a la cima de lo que llamamos “el pirulo”, una estrecha aguja donde montamos reunión. El ambiente es aterrador, nos sentimos muy pequeños, sólo podemos fijar las cuerdas de 8 mm de escalar, y no hemos llegado ni a media pared. Es una escalada recia, de mucha tensión y la moral se viene un poco abajo.
Con el último largo del día, nos situamos justo debajo del gran techo y fijamos todas las cuerdas que tenemos, y empezamos a rapelar. Todavía nos faltan muchos metros de pared.
Bajamos a la tienda y Tomas nos recibe con un camello a la brasa para celebrar nuestra vuelta. Estaba preocupado, había oído caer grandes bloques, ¿erais vosotros? asentimos con la cabeza- vaya panorama- le digo a Tomas, no es nada fácil.
Empiezan las sugerencias de abandonar antes de que sea tarde, ya que no avanzamos al ritmo deseado. Repetimos el mantra de “todo va bien” en cada reunión, que se convierte en un ritual que nos ayuda a pensar que lo conseguiremos y que todo está correctamente... aceptable.
Escalamos dos largos más, estirando la cuerda y lo más rápido que podemos, con la intención de llegar a la vira superior, donde queremos vivaquear, pero aún está muy lejos. Hacia las siete, ya con el anochecer, llegamos a la repisa, donde pensábamos que podríamos dormir. Edu llega con el petate lleno a la espalda, nos reímos por verle escalando torpe con todo ese peso.
La repisa no es tan buena como parecía. Buscamos de un lado a otro, pero ningún sitio parece ni medio cómodo para pasar la noche. Por suerte, después de destrepar 30 metros, encontramos el cómodo vivac para el French pilar, dónde incluso podemos hacer una buena hoguera.
Esa noche dormimos extenuados. Apenas veíamos lo que nos quedaba por encima, pero, el paisaje era increíble y en ese rincón del mundo, nos sentíamos libres, salvajes, ajenos a la civilización. Sólo existía el Misht.
Al salir el sol, vemos que queda mucha más pared de lo que pensamos para llegar a la cumbre. Es enorme, deben de ser casi cuatrocientos metros más, un laberinto de posibilidades, ¿Cuál será la buena?
Nos la jugamos, nos prometemos que si no avanzamos rápido nos bajamos y luchamos por salir de allí como sea. Mandamos en punta a Jesús.
Conseguimos abrir unos 100m en 1 hora, la cosa promete. Así que seguimos arriba, navegando por la inmensidad. Nada resulta fácil, y el pesado petate se sigue en cada largo. No podemos seguir así, tardamos más en desengancharlo y hacerlo subir que en escalar el largo.
Edu decide escalar con el petate a la espalda, parece un concursante de “Humor amarillo”. -¡No puedo ni subir los pies!- dice, mientras escala como puede.
Lo fácil se hace durísimo, el calor sigue apretando y escalamos tan rápido como podemos sin saber si el siguiente largo será factible o nos llevará a un callejón sin salida. Estamos en un punto de no retorno, sólo podemos salir por arriba.
De fondo, a lo lejos, se oyen las mezquitas llamar a sus fieles mientras vamos ganando metro a metro, con mucho sudor y alguna que otra lágrima. Al final del día por fin llegamos a cumbre.
A nuestros pies se ve el desierto, frente a nosotros la cordillera de Al Hayar. Lo imposible se hizo posible. Una nueva línea en el Jebel Misht, dura, guapa y con más de mil metros.
Una línea valiente, y una experiencia inolvidable, con grandes amigos.
Pero aún nos quedaba un largo descenso. Y la vuelta a una realidad que no esperábamos.
En mitad del desierto éramos muy felices. Ajenos a que mientras escalábamos, el mundo era apresado por una terrible Pandemia y la gente se resguardaba en sus casas.
Algo que ha quedado grabado en nuestra memoria a fuego: mientras un virus amenazaba la humanidad, nosotros gozamos hasta el último momento de la libertad que nos confiere nuestra pasión: la escalada.
En la montaña de enfrente está el Jebel Kawr, que cuenta con vías de calidad y algo más cortas de entre 300 a 500 metros y tiene más sombra.
Para los días de descanso: a unos 20 min del Misht se encuentra el Wadi Dham, un precioso cañón con agua de fácil acceso donde podremos descansar y disfrutar del agua a la sombra.
Destacan entre ellas Hadash, la Gorguette, Kubra canyon y Sharaf Al Alamein.
La más representativa y que tiene mayor número de vías equipadas y mayor rango de dificultades es Hadash, para llegar a la cual necesitaremos disponer de un vehículo todo terreno para poder subir la empinada pista que conduce hasta el pueblo donde están las paredes.
Para el Wadi Tiwi también será imprescindible tener un 4x4 para llegar a la zona de escalada.
Hay algunas vías en el Wadi Nakhar, y este cañón de unos 5km tiene posibilidades para la escalada deportiva y de largos. Con las dos orientaciones dentro del cañón, hacen que se pueda escalar en un margen u otro.
El Wadi Nakhar es un lugar cómodo y de fácil acceso, está prácticamente virgen, y cuenta con con mucha roca y paredes de todo tipo. La calidad en general es buena, con muchas placas, fisuras y algunos techos.
Allí abrimos dos vías: Todo va bien, 6c, y Sangre de Nakhar, 7a+.
Tomas hizo su primera incursión en la apertura de vías desde abajo y pudimos disfrutar de unos largos y unas vías maravillosas, al lado del coche, nada que ver con escalar en el Jebel Misht.
El resultado: dos vías cortas y cómodas, donde cada largo es muy bueno. Perfectas para combinar con otros días de escalada en las zonas cercanas.
Aun que es recomendable tener el carnet internacional, aceptan el carnet de conducir europeo. Casi todos los coches usan gasolina y el litro este Febrero, valía al cambio unos 50 céntimos de euro.
Los omanís son muy hospitalarios y la delincuencia en el país es poca, y por lo general no tendremos ningún problema en el país.
Lo que sí se puede hacer y es impresionante es pescar, hay abundante, y puedes pescar todo tipo de ejemplares, pulpos, cangrejos, meros... un espectáculo.
En Oman también hay muchos barrancos con agua y allí el barranquismo de exploración está en auge.
Hay otras guías en formato digital de Rakkup (es una App de movil)- Se pueden descargar 2 de las zonas de escalada deportiva:
También buscando en internet encontraremos algunas reseñas de las últimas vías abiertas.
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