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Tamara Lunger y Simone Moro, a punto de ser alcanzados por desprendimiento en Gasherbrum

El viento y el desprendimiento les hacen iniciar de nuevo su trabajo.

Tamara Lunger y Simone Moro, desprendimiento en Gasherbrum. Foto: Tamara Lunger
Tamara Lunger y Simone Moro, desprendimiento en Gasherbrum. Foto: Tamara Lunger

Las cosas no están siendo nada fáciles para Simone Moro y Tamara Lunger en los Gasherbrum, algo lógico si tenemos en cuenta la orografía de la parte baja de este ochomil, y que nos encontramos en lo más crudo del invierno.

La base del GI es un laberinto helado de grietas y seracs en el que la salida solo puede encontrarse con duro trabajo. Durante 2 semanas han ido avanzando poco a poco, marcando la ruta, poco a poco, incluso por pasos subterráneos, hasta que un vendaval que azoto la montaña anteanoche ha destruido todo.

En el laberinto del Gasherbrum. Foto: Tamara Lunger
En el laberinto del Gasherbrum. Foto: Tamara Lunger

“El viento nos mantuvo despiertos toda la noche, y destruyo algunas tiendas. El resto aguantó porque mi experiencia me hizo instalarlo en el fondo de una depresión, el lugar por el que en verano transcurre el torrente que viene del glaciar. Esto resultó providencial”, afirma Simone Moro.

Por la mañana trabajaron duro para desenterrar todo, y a pesar del mal tiempo, decidieron volver al glaciar, para comprobar que todo el trabajo había desaparecido. No esperaron y comenzaron a buscar de nuevo la clave del laberinto desde cero, sin referencias y con nuevos peligros debido a las grandes placas de viento creadas. 1 hora después, llegaban los problemas:

“Empezamos a oír los típicos ruidos de la nieve deslizando bajo nuestro pies; habíamos provocado un desprendimiento. Estábamos en la parte de abajo de una canal, y toda la ladera por encima de nosotros colapsó y patinó hasta prácticamente mis pies. ¡¡Un serio aviso!! Si hubiéramos estado más arriba, nos habría arrastrado hasta una grieta y nos habría enterrado”.

Por supuesto, dieron la vuelta y volvieron al campo base: “El invierno no es un juego para quienes más arriesgan, sino para quienes tienen más paciencia y sabiduría. Es para pocos. No se trata de exponerse al frío durante unos minutos, sino constantemente por meses, sin pausa, aislados del mundo y de cualquier confort básico, y no es la dificultad lo que marca la actividad, sino la resiliencia y la resistencia. Quienes no lo hayáis experimentado, creedme, no lo podéis ni entender ni imaginar”.

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