Vídeo: Michaela Kiersch encadena Era Vella, 9a, Margalef
Una productiva visita de 1 mes de Michaela Kiersch a Margalef culmina con su segundo 9a+, Víctima Perfecta, y con la escalada de Era Vella, 9a. Aquí está el vídeo de la 2ª.
Quizás, todo aquel que haya tenido algún contacto con la escalada, por pequeño que haya sido y en cualquiera de sus modalidades, habrá experimentado la existencia de un componente muy distinto, en peso específico, al que puede haber en otros deportes o actividades que se practiquen en el medio natural y en formato competitivo o no.
Probablemente, la mayoría de los escaladores con unos cuantos
kilómetros en las suelas de sus gatos podrían pasar horas recordando
experiencias propias y ajenas, relacionadas con aspectos que han
influido en su rendimiento a la hora de subirse por las vías. Sin embargo,
todo cuanto pudiera decirse sobre estos elementos que, desde el
prisma de lo psicológico, han influido en las escaladas de cada cual
para bien o para mal (como el miedo a caer, la ansiedad por encadenar,
etc.), se podrían resumir en la esencia de este adaptado “eslogan
comercial”: ¡¡2 en 1!! , es decir, escalador y persona configuran un solo
ser indisociable.
Sirva este perogrullo, que recuerda uno de los principios del entrenamiento
más elementales (el de la unidad), para no olvidar que
todo cuanto acontece en la vida de cada uno influye de forma directa
o indirecta en todo lo demás, en este caso, en el rendimiento a la hora
de escalar. Persona y escalador no son entes diferentes, por tanto,
todas las características o rasgos psicológicos del primero se van a
plasmar o trasladar al segundo cuando esté atado a una cuerda.
En este mismo sentido, cuerpo y mente son un todo, de influencia
recíproca o bilateral. Nada de lo que se hace o se piensa deja indiferente
a su a veces “aliado”, a veces “enemigo”, inseparable par. Sin
embargo, no siempre sucede así (efectivamente, la excepción confirman
la regla, como reza el dicho popular), y seguramente el lector
conozca más de una persona que rompa con este modelo conductual
que se ha comentado; ¿en qué quedamos entonces?
Resumiendo y concretando, cada persona (escaladora o no), con
sus rasgos psicológicos concretos, es distinta a cualquier otra, pero
también lo es a sí misma en diferentes momentos del día, es decir, su
estado a cada momento es variable en función de la situación en que
se encuentre, esto es, el estado psicológico de cada cual varía más
o menos ostensiblemente “a cada instante”, y esto influye de forma
plausible en el rendimiento alcanzable en la actividad que sea (en este
caso, subirse por las paredes).
Lo interesante de este tema se encuentra en saber cómo controlar
esas variaciones o cómo poder modificar a conciencia ese estado
psicológico personal para alcanzar, siempre que se precise, aquel
que más beneficie al rendimiento deseado, y éste es el estado psicológico
de rendimiento.
Se trata de un concepto asociado al tiempo (pues una misma persona
no es igual a una hora de un día cualquiera, que ese mismo día
a otra hora distinta), a un momento concreto, en el que se trata de hacer
confluir una serie de elementos (de orden psicológico) barajados
de determinada forma (distinta para cada cual), de modo que puedan
optimizar el rendimiento individual al máximo. Se podría decir que una
persona que alcanza su estado psicológico de rendimiento se encuentra:
motivada, activada, concentrada, segura, competitiva y
cohesionada a un nivel concreto, que dependerá de sus características
personales (rasgos psicológicos) y de la tarea que vaya a realizar.
A continuación, se explican brevemente cada uno de estos conceptos:
Por tanto, el estado psicológico de rendimiento de una persona queda configurado por un grado de desarrollo concreto y específico de cada uno de los elementos que lo componen, que será diferente para cada cual y que dependerá de la tarea que vaya a ejecutar; además, como estado que es, tan sólo durará un tiempo concreto, que estará definido por, en este caso, el itinerario (vía, bloque o tapia) que se vaya a intentar.
Para alcanzar dicho estado psicológico, el camino a recorrer será distinto para cada cual, aunque probablemente será siempre largo y lleno de “baches” (nadie pierde el miedo a caer o mejora su concentración en dos días…, son trabajos que requieren mucha constancia y voluntad de mejora), pero es una de las mejores experiencias que ofrece este deporte, pues coloca al escalador frente al espejo del autoconocimiento desde el primer momento, teniendo que descubrir (con o sin ayuda) cuáles son sus problemas reales para rendir más y mejor, aceptarlos y comenzar a trabajar desde ese punto para ir acercándose cada vez más al propio estado psicológico de rendimiento.
Para alcanzar el nivel de manifestación más adecuado de cada uno de los elementos que configuran dicho estado, el escalador cuenta con una serie de habilidades o destrezas psicológicas que deberá aprender o, en caso de contar ya con ellas (voluntaria o involuntariamente), seguir cultivando para alcanzar un mayor dominio de las mismas (si hiciese falta).
Estas destrezas o habilidades psicológicas, que se pueden clasificar en más o menos campos, estarían conformadas por las siguientes:
Seguidamente se aporta información de todas ellas, explicando en qué consisten y cómo influyen en el rendimiento de la escalada. Los métodos de trabajo y las orientaciones específicas para trabajarlas se completan, debido a la extensión de la materia, en una segunda parte de este artículo – Entrenamiento para escalada: Las destrezas psicológicas (II) –.
Habilidad fundamental cuya clave se halla en determinar los niveles óptimos (de arousal) de cada cual y para cada situación ya que, por ejemplo, no demanda el mismo grado de activación una vía con un comienzo desplomado y a bloque, que una placa tumbada muy técnica de pies.
El primer paso consiste en ser más consciente de los niveles propios de arousal lo que, generalmente, conlleva el autocontrol e identificación del modo en que el estado emocional afecta al rendimiento. Un buen método para hacerlo consiste en pensar en la mejor escalada (propia) que se recuerde, y también en la peor, rellenando en ambos casos una breve ficha (Ver Cuadro 1. Conocimiento del estado de arousal) señalando el número que más se aproxime a la sensación que se experimentó. No existen respuestas correctas o incorrectas, pues el objetivo es comprender mejor la relación entre los estados psicológicos y los rendimientos del escalador. Una vez hecho esto, se debe repetir la operación durante varios días, evaluando los pensamientos y sensaciones después de cada entrenamiento o día de escalada (incluso de cada vía por separado, si se tuvieron sensaciones diferentes entre ellas en una misma jornada).Con un poco de constancia, rápidamente se potenciará el autoconocimiento sobre el nivel de arousal que más beneficia el rendimiento propio.
El segundo y lógico paso será regular el nivel de arousal a lo que demande cada situación; para ello, se pueden utilizar diversas técnicas tanto para reducirlo (como la relajación progresiva, el control de la respiración, la respuesta de relajación, la desensibilización sistemática o el control cognitivo-afectivo del estrés), como para aumentarlo (a través del ritmo respiratorio, utilizando palabras de ánimo o afirmaciones positivas, escuchando música, etc.). En la ampliación del artículo se expondrán con detalle.
En el artículo “Entrenamiento para escalada 8: La táctica”, se explicó en qué consistía este concepto y se trató como un recurso táctico-estratégico para la mejora del rendimiento, aunque también se apuntó que sus efectos podían incidir en otros campos, como el psicológico, con efectos positivos en distintas áreas, como:
Cuestiones latentes en torno a la visualización, como si debe ser
interna o externa, o los trabajos orientados a mejorarla en aspectos
cruciales, como la viveza o la controlabilidad de la misma, tendrán
respuesta en la ampliación de este artículo.
Los escaladores seguros creen en sí mismos, y lo que es más
importante, creen en su capacidad para adquirir las destrezas y competencias
necesarias (tanto mentales como físicas) que les permitan
alcanzar su máximo potencial. La autoconfianza equivale a la suposición
de que el éxito se va a producir, y estas expectativas, a su vez,
crean unas sinergias positivas que:
Pese a todo lo aquí expuesto, la autoconfianza (como cualquier
otra destreza) no es la panacea y, aunque es fundamental para el rendimiento,
no resolverá la incompetencia, esto es, sólo puede ayudar
hasta cierto punto. Además, la autoconfianza “desmedida” se torna
en contra de los intereses del escalador, que debe hallar el punto justo
(o nivel de autoconfianza óptima) que será aquel a partir del cual,
aumentos adicionales de la misma se corresponderán con disminuciones
del nivel de ejecución. La evaluación de la autoconfianza y su
trabajo serán objeto de ampliación.
Atender a las señales pertinentes del entorno (con el foco atencional
adecuado en cada caso), y mantenerlo el tiempo necesario que
dure la escalada se dice pronto, pero no es tan fácil de asumir, pues
surgen muchas veces problemas como: la atención a sucesos pasados
(normalmente negativos, con su perenne representación mental),
o a sucesos futuros (evidenciando una preocupación por la consecuencia
de las propias acciones), la atención a demasiadas señales
a la vez (y el aturdimiento que esto provoca), o el excesivo análisis
de la mecánica corporal (con el consecuente enlentecimiento de las
acciones), etc., lo que dificulta en gran medida la concentración eficaz
en la tarea.
Evaluar las propias destrezas atencionales y, a partir de aquí, poner
en práctica técnicas adecuadas (como el auto-habla u otros “consejos”
o ejercicios para la mejora de la concentración), en caso de que
se evidencien fallos sistemáticos en este sentido, serán aspectos a
tratar en la ampliación de este punto.
Alcanzar un objetivo o meta supone conseguir un nivel específico
de competencia en una tarea, normalmente en un tiempo determinado.
Anteriormente, ya se explicó que existían metas orientadas hacia
el resultado ó hacia el rendimiento o dominio de la tarea. Las segundas
presentan grandes ventajas sobre las primeras, al favorecer un
crecimiento de la autoestima, grados de ansiedad menores y niveles
de ejecución superiores. Si se piensa, por ejemplo, en el mejor intento
realizado a una vía en una temporada concreta, en donde se estuvo
muy cerca de encadenar y, al mismo tiempo, se llegó más lejos que en
el mejor de los intentos que se habían realizado hasta esa fecha, la interpretación
y valoración que se hará del mismo acontecimiento variará
en función de la orientación de las metas del protagonista que sea.
Al margen de las distintas orientaciones, el establecimiento y control
de objetivos es una técnica conductual que funciona, y en la ampliación
del artículo se tratarán con detalle los principios básicos a
seguir para hacerla realmente eficaz.
Con frecuencia, y más todavía en el mundo de la escalada, el auténtico
problema no es la falta de destrezas físicas, sino psicológicas,
para alcanzar el máximo rendimiento. En muchos deportes, el
aspecto psicológico marca la diferencia entre los buenos y el mejor,
sin embargo, en la escalada, el peso específico de los componentes
psicológicos asociados es mucho mayor, algo que cualquiera que
haya practicado este deporte durante algún tiempo habrá podido experimentar.
No obstante, ¿cuántas horas se dedican a la preparación
física y cuántas a la psicológica? En la mayoría de los casos, el desconocimiento,
pensar que es algo inútil o trabajos destinados sólo para
deportistas de élite, la falta de tiempo, el querer buscar soluciones rápidas
a la falta de rendimiento puntual o la simple creencia de que las
habilidades psicológicas son inmutables o inalterables (confundiendo
las características asociadas a la personalidad de cada cual –rasgos–,
con las que se exhiben a cada momento –estados–), hacen que no
exista la dedicación necesaria para avanzar en esta parcela no importante,
sino fundamental, para el rendimiento en escalada.
Partiendo de un simple análisis de los principales problemas psicológicos
que se encuentra cada cual, planificando adecuadamente y
llevando a cabo un programa individualizado con la suficiente constancia
(y si puede ser, supervisado por personal especializado), se puede
avanzar en el domino de destrezas como el control de la activación, la
visualización, el desarrollo de la confianza, el aumento de la motivación,
etc., que acercarán a quien lo haga a su mejor estado psicológico
de rendimiento.
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